En cada rincón respiraba profundamente para llenarme de aquel lugar, se filtraba dentro de cada uno de mis poros, recorriendo mi ser desde los pies a la cabeza, existía, me sentía más viva que nunca.
Tras cada repecho encontraba algo nuevo que iluminaba mis ojos, que me forjaba distinta, o quizá ¿me hacía sentir más Lola que nunca, en aquel entorno?
Soledad buscada, compartida en plena naturaleza, belleza por doquier. Animales que se cruzaban en mi camino, pájaros que deleitaban mis oídos con sus cantos, colores que invitaban a imaginar que podía encontrar después…
Conducía con el coche tan despacio que podía admirar lo que me rodeaba, un conejo, un pájaro parado en la carretera y asustado que emprende el vuelo. Una cierva con su cervatillo, al que empujaba cariñosamente en su trasero para que continuara la marcha.
Caminaba por senderos, dejándome embriagar, de lo que iba encontrando al paso.
Subía y bajaba; llenaba todos mis sentidos con lo que veía, olía, escuchaba, sentía, presentía ..…
Aquel día tocaba subir una pendiente, podía escuchar los latidos de mi propio corazón, más que por el esfuerzo, por lo que sabía que me esperaba al final del camino. Tras acabar de subir con arrojo y excitación, allí estaba, en el más dulce de los sueños, envolviendome con su mirada, sus ojos me inundaron de luz, aprecié su abrazo como agua de mayo, su olor embriagaba mis sentidos, sus besos sabían a miel recién sacada del panal, sus manos recorrían mi cuerpo con la suavidad del agua fresca que circula por el rio….. Mis ojos se entrecerraban al sentir, para abrirlos y encontrarme con los suyos de nuevo pidiendo que entrara en mí una vez más. Nuestros cuerpos se convirtieron en uno, jugamos, experimentamos, sonreímos, concebimos pasión y deseo llevado al extremo, llenándonos el uno del otro mezclando nuestros sabores, nuestros olores; llegando a la cumbre por separado y a la vez…..
Nuestra avidez se vio desbordada con los goces más placenteros. Hablamos, volvimos a reír, admiramos lo que nos rodeaba; Un ruiseñor ¡que no es bonito! pero que canta como los propios ángeles, unos ciervos que se acercaron a descansar cerca de nosotros. Retomamos los abrazos, besos, caricias, dibujos realizados con nuestros dedos, nuestras lenguas, mezclando nuestro deseo una y otra vez hasta caer agotados.