Día del libro

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ESCRIBE CON EL CORAZÓN, REPASALO DESPUÉS CON LA CABEZA. VERÁS EL RESULTADO...

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lunes, 28 de diciembre de 2020

Te repudio, damnación

 Te repudio, damnación

Lola Fontecha

 


Te denigro, anatema

por haberte tragado los sueños

de forma impúdica

masticándolos despacio,

para después vomitarlos

a la orilla de otro mar

en mitad de una noche callada.

 

Te repudio, damnación.

En tropiezo inoportuno

que me hace odiar al trece

aun cuando son, las rosas

que en mi jardín crecen.

 

Te aborrezco, imprecación,

desde que abro los ojos cada mañana

y tengo que apartar legañas

al quemar mis ojos la insatisfacción.

 

Aparta,

no quiero verte

ni sentirte

ni olerte

ni acariciarte

ni tocarte…

Ni acomodarme en tu alcoba

donde huele a muerte,

que la parca trae zancadilleada

en triste madrugada.

 

No, vete.

Ya leíste mi mano

y aventuraste pérdida

en el camino de los pasos dados.

 

Con mueca proterva

me colgaste en la solapa,

el romero desabrido,

pillado a mil años de abominación

que se han postrado

entre los pliegues de mi cuerpo mal herido

y en el falso descosido de mi vestido.

jueves, 10 de diciembre de 2020

No, no vales más que yo...

 

Imagen de Internet

Apenas su cuerpo mostraba que era mujer, en sus manos aún quedaban rastros de la muñeca que peinó antes de ayer y hoy, da el sí quiero a quien le ha prometido la luna aún cuando es una vida en sus entrañas quien le ha empujado a dar el paso.

Ella, era la señalada en el colegio, “la gorda” la llamaban. “La falda camilla”…, su nombre quedó en el olvido de una agenda escolar que solo el profesorado mencionaba cada vez que pasaba lista.

Esa tarde le propuso salir, se pellizcó el brazo al pensar que estaba soñando, nunca habría imaginado que un chico tan mono le pidiera algo así, no fue el último morado que traería a su cuerpo esa relación.

Tras años callada, tragando silencio, rompió en mil pedazos el techo que la mantenía sin aire y gritó a los cuatro vientos…

No vales más que yo, le dijo mirando el pasado con la tristeza ahogando sus palabras.

No vales más que yo, repitió desplegando sus alas tras el portazo a la jaula de oro que la mantenía presa.

No, no vales mas que yo, y lo iba repitiendo en voz baja a la brisa. Lo colgaba del balcón de sus sueños. Lo tarareaba cual canción en camino empedrado y lo vociferaba al céfiro para mantenerse viva...