Me contaron de ti, aunque no sé si es leyenda o realidad, que dejaste pasar de largo la vida, que un día se te apagaron los ojos y nunca más se volvieron a encender. Que castigada por la existencia y la sinrazón, de un momento a otro le devolviste tu último aliento y decidiste seguir sin ella, despidiéndote y dándole las gracias como a cualquier desconocida.
Que pasaron unos meses y alguien presenció, cómo te convertiste en mariposa tras salir de la crisálida en la que te viste engullida, emprendiendo el vuelo y desapareciendo entre las neblinas.
Cual flor que habita y dejando de lado la eternidad te encomendaste a los vientos, sentías tu cuerpo elevándose entre colinas, valles y llanuras. Que conociste en esos instantes el verdadero significado de la palabra libertad, creciendo desde dentro y por fin entendiste en ese período, lo hermoso que puede resultar estar viva.
–No es tarde aun –susurró el mar en una tarde que te hallabas perdida– déjate caer entre las olas y ellas te llevarán de vuelta.
–Siempre fue tarde no tengo ninguna duda, ahora lo deduzco y tengo muy claro que no me importa no encontrarme, pero eso sí, quiero seguir viva.