Apenas
su cuerpo mostraba que era mujer, en sus manos aún quedaban rastros de la
muñeca que peinó antes de ayer y hoy, da el sí quiero a quien le ha prometido
la luna aún cuando es una vida en sus entrañas quien le ha empujado a dar el
paso.
Ella, era la señalada en el colegio, “la
gorda” la llamaban. “La falda camilla”…, su nombre quedó en el olvido de una
agenda escolar que solo el profesorado mencionaba cada vez que pasaba lista.
Esa tarde le propuso salir, se pellizcó
el brazo al pensar que estaba soñando, nunca habría imaginado que un chico tan
mono le pidiera algo así, no fue el último morado que traería a su cuerpo esa
relación.
Tras años callada, tragando silencio,
rompió en mil pedazos el techo que la mantenía sin aire y gritó a los cuatro
vientos…
No vales más que yo, le dijo mirando el
pasado con la tristeza ahogando sus palabras.
No vales más que yo, repitió
desplegando sus alas tras el portazo a la jaula de oro que la mantenía presa.
No, no vales mas que yo, y lo iba
repitiendo en voz baja a la brisa. Lo colgaba del balcón de sus sueños. Lo
tarareaba cual canción en camino empedrado y lo vociferaba al céfiro para
mantenerse viva...
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