La ceiba te
devolvió la sonrisa
Tu sonrisa
marea conciencias
con wiski malo
envalentonado entre ascuas,
del fuego que alivia el frío acumulado
en huesos mojados por la desilusión,
de un mar que parece no tener fin.
El sol ha calentado demasiado en el trayecto
y tus ojos no imaginaban futuro cierto
ni ave que vaticine la llegada a tierra,
sin lugar para huir de él
debido a las medidas del habitáculo
entre las llamas de los sueños,
del deseo por llegar.
El agua empezó a escasear en la segunda
jornada.
La ceiba desgastada parecía querer volcar.
En tu mente,
sudor y lágrimas recordando un vaciado
que vomitaba a cada macheteada,
sueños creados tras acabar a tiempo el
desgaste.
El guiño por la existencia, te acompañó a
diario.
Veinte largos días
en el que las vidas
excusaban presencia en cayuco perdido,
y tropezaban con la parca
en medio del mar.
Hoy la compañía es otra.
Hoy, aun cuando nada es seguro,
tus pies en el suelo serenan cuerpo
atemorizado
y fortalecen alma en precipicio continuo,
ante futuro menos incierto
pero tristemente, no definitivo.
Hoy, tu sonrisa es el gesto
y el calor amigo de quien dibuja un arcoíris
ante tus ojos ilusionados
al leer la nota de tu madre que decía
-mantente vivo hijo mío-.
Lola Fontecha
Jaén 6 de mayo de 2020
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