En la ciudad del Santo Reino,
su Catedral se distinguiste en solemnidad,
haciendo realidad objetiva
el sueño jaenés
de seguir viviendo
engalanado por sus pastiras,
en amanecer oportuno
consagrado en mar de olivos
a punto de despertar.
Jaén se abre camino,
adornada por sus gentes,
en primavera oculta
de abril desaparecido
por el desagüe de la impotencia,
silenciada en habitación inviolable
sin sol que les cobije.
Ella, se hizo grande día tras día
en aplauso agradecido
de un confinamiento inoportuno,
y daba un paso adelante
preñada de vida
que brotaba por la puerta grande…,
abierta de par en par.
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