No estoy de broma, se me paralizan los sueños
por el agua obscena que ha caído en mi alcoba. Siento como el calor asfixiante me
arrebata los colores, esos que la primavera debería haber sumado a mi paisaje,
y muero de inanición al caerse en mis pies los árboles frutales.
Sí, me duele el alma, vomito plástico a deshoras,
y no hay tregua a mi alcance, que me haga respirar aire puro a la sombra de un
ciprés, ellos se amontonaron en el cementerio de las ideas, para caerse por el
acantilado del encuentro que no llega.
Hiela en noche oscura y amenaza con la peor de
las tragedias. Las estrellas se olvidaron de salir por miedo a ser borradas del
universo.
Me desterraste al ostracismo impúdico, las
mareas desaparecieron del libro de la existencia y una vez más, vuelve a mis
esencias el vértigo al percibir futuro cierto.
Tengo que mostrarte el dolor que siento en mis
entrañas, un dolor mezclado con rabia, al ver que, aún habiéndote la vida entre
algodones, ahora me pisas los matices que son acuarela perfecta marcada, por
los pasos de la existencia.
No, ya no puedo respirar tu aire, lo
contaminaste con principios retorcidos mirando a tu ombligo, sin pensar que no
había un plan B, que el planeta estaba metido en un bucle de destrucción del
que quizá, ya no pueda salvarse.
Te busqué tantas veces para que me escucharas.
Esta mañana por fin te hallé, y lo hice cuando
estabas escupiendo fuego en el bosque de tus principios y me estrellé con tu fría
mirada, y acabé suspirando la nada de nuevo al alba. Vapuleé mis miedos de tal
forma, que las margaritas salieron corriendo de los campos, sin mirar atrás.
Aventé al trigo de la incredulidad, y se
deslizó bajo la puerta con la maleta hecha. Una vez más, la noticia ha sido “Se está llevando a cabo un desahucio al
valle del olvido”.
No, no me cuentes cuentos de sal y pimiento que
acaban muy pronto y no me los creo.
Hoy, me he encontrado
de nuevo perdida entre tus papeles, papeles llenos de buenas intenciones,
huelgas, manifiestos, concentraciones, y te digo muy fuerte, a voz en grito
para ser escuchada…, que al verme reflejada en tus palabras vacías de
contenido, he vuelto a tropezar con tu ignorancia y falta de sensibilidad, entre
las bambalinas de un discurso escrito para la ocasión, discurso que no te crees
ni tú. Y he ido dando traspiés una y otra vez, hasta volver a caer de bruces
contra el frío cemento.
No, no me cuentes cuentos de sal y pimiento que
acaban muy pronto y no me los creo.
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