De camino a la espera se entregaron al mar, su sueño marchaba por los acantilados y querían agarrarlo con fuerza para llevarle de su lado. Pero había algo que su inocencia no les dejaba ver, algo tan simple como que él mar no entiende de quimeras, que se traga las vidas sin darles otra oportunidad y todo ello solo por sentirse más grande con ellas dentro.
Notaron en su camino que parecía enfadado, no entendían porque y sin venir a cuento empezó a golpearles contra las piedras magullándoles todo el cuerpo, haciéndoles ver que volvían a perder, pero ellos no cejaban en su empeño y continuaban intentándolo de nuevo.
Cuando casi le rozan con los dedos, sus embestidas se hacían más grandes, una y otra vez les alejaba de él y no les permitía avanzar. Y mira que lo intentaban con ganas, pero le vencía las fuerzas y os aseguro que no eran pocas las que tenían… esa gran masa de agua parecía encolerizada con ellos y daba a entender que no tenía otra ocupación que la de hacerles perder la ilusión o de tragarles sin razón evidente.
Cansados de tanta esfuerzo a contra corriente, al final de cada día. no tenían más opción que la de tirarse en la arena esperando que las olas se calmaran, bebían el uno del otro para calmar la sed y saciaban su hambre con la vida que les quedaba en las mochilas que llevaban colgadas a sus espaldas. Al llegar la noche se dormían derrotados de tanta lucha, pero en su interior atesoraban la seguridad de que aunque tuvieran que dejar pasar los días para continuar, conseguirían amontonar energías suficientes para poder llegar a conseguir su objetivo.
No dejaban que el aburrimiento les tragara y ocupaban su tiempo en hacer castillos que el aire en pocos minutos se ocupaba en derribar o el mar molesto con ellos agitaba sus aguas para tragárselo.
–¿y por qué lo tiran? ¿Acaso les molesta que estemos bien?
–No ocupes tu vida en preguntar la razón de algo que no tiene más fin, que el de hacer daño por llevar una vida aburrida –le dijo él mirandole a los ojos que amenazaban con llenarse de lágrimas otra vez.
Sin perder aliento y recuperando la sonrisa en sus caras, se concedían el uno al otro el derecho a levantarlo de nuevo.
–Y si se lo lleva el viento volvemos a empezar –gritaban mirando al cielo…
El sueño pensando que no lo iban a necesitar porque los veía sin ganas de seguir, se confió acercandose demasiado a ellos, en un despiste de este, ella le agarro suavemente entre sus manos y lo engancho a su pelo…
–Aquí estarás más seguro para no perderte de vista –se dijo con seguridad para sus adentros.
Una tarde, durante una puesta de sol con nubes amenazadoras, se miraron a los ojos sin mediar palabra y armándose de valor pensaron en su interior que ese era el momento, el mar estaría cansado del largo día y no perdería el tiempo pensando que lo intentarían de nuevo.
Agarraron el barquito de papel que habían hecho con sus propias manos y en silencio de puntillas para no hacer demasiado ruido, se metieron en el agua que aunque estaba muy fría ellos apenas lo notaron por la emoción; Nadaron sin pausa pero sin prisa, a pesar del temporal que se avecinaba, disfrutando del dulce sabor de la victoria.
Apoyados el uno en el otro lo consiguieron y a día de hoy, alguien que los ha visto me dijo, que aun siguen navegando…