Reconozco que te creí gigante
en la estela que acompañaba tu suerte
y anhelé ser molino de viento
para agitar mis brazos,
esa noche que te trajo a mí.
Tengo que decir que lo siento
y siento en mis adentros.
Que te echo de menos
cual minúscula partícula
que entró en mis ojos,
y se quedó dentro para formar parte de mí.
Convertido en molesta antítesis de lo deseado
eres incomodo en pasos dados,
cual piedra que en zapato entra
y se niega a ser encontrada
para seguir perturbando.
Que te vaya bonito…
Me das vértigo
y me abrazo a mí,
por miedo a caer de nuevo.
Las vísceras descomponen los pensamientos
en mañana inoportuna,
sin ser parte ni juez.
Los grises, se aceleran en tus recuerdos.
Ya nada te aúpa en mi regazo,
la emboscada inoportuna, se encargó
de zancadillear mis pasos.
Penélope sentada en la estación,
me avisó de tu presencia,
y de su bolso de piel marrón
sacó la sentencia del que no debe volver.
En ella se podía leer una adenda que decía:
Ya está bien que planeen tu vida, ya está bien
de seguir la ruta marcada, es de obligado cumplimiento, ponerse en camino sin
huellas estampadas…
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