Escuchaba un fado en la lejanía,
la letra no atendía,
solo la música adquiría.
De sus ojos brotaban perlas hermosas de angustia,
se abandono a la desdicha
las fuerzas le faltaban,
caminar no podía….
Cansada de la vida,
termino sentada a la orilla del Tajo,
allá donde muere
para dar savia al mar
y sumarse en el vacío…
Venía de Amadora,
donde empezó su penuria,
apaleada por los días
y tropezando al andar.
No concebía la existencia,
pretendiendo acabar con todo
se encontró un día sin pensar
subida al Acueducto de las Aguas Libres..
Sin puertas abiertas ni salidas,
sin ser creyente ni persona leida,
le rezaba a San Vicente
para recuperar las ganas de ser y estar.
Porque dispuesta estaba a lanzarse al mar,
la tristeza le asía…
lagrimas que no dejaban ver más alla
desasosiego mortecino se la tragaba.
Y
aun siendo de noche el sol la deslumbro,
un
secreteo en forma de fado,
le llegaba como música a sus oidos,
atemperados
para marcar el son.
El
fado versaba:
Que
no mi dulce niña,
que
no puedo permitir ver tu angustia,
que
necesito tu albor
Si desapareces de este mundo
nada
importará y la luz se apagará.
Dame
la mano cielo,
déjame
engalanar tu camino,
con
amapolas que enciendan la pasión,
con
la belleza que en tus ojos tienes escondida.
Permíteme acariciar tu cara cual dulce melodía
No
te apagues Andréia..
Que
yo, te devolveré a la vida….