Eres como el caballo de Atila, que haya donde pisas la hierba no vuelve a brotar, flor que tocas olor arrebatado, ojos que miras tristeza impresa..., corazón que tocas queda cerrado por derribo.
Pero la lluvia ha caído sobre mi y la mirada por fin me ha quedado limpia..., ahora solo queda decir que ya no me lastima tu codicia, porque aprendí a mirarte desde arriba, donde no permita que tu daño llegue y tu infelicidad sea aprendida.
Pero la lluvia ha caído sobre mi y la mirada por fin me ha quedado limpia..., ahora solo queda decir que ya no me lastima tu codicia, porque aprendí a mirarte desde arriba, donde no permita que tu daño llegue y tu infelicidad sea aprendida.
Muebles rotos y usados son los
que te rodean y en vez de mejorarlo te entretienes en ir recogiendo aquello que
contamina.
Tus aguas no me mojan, ya no, éstas pasan de
largo cual gabardina, soy sonrisa y no tengo prisa por nada ¿y sabes por qué?
Porque a diferencia de ti, tengo mil razones por las que sentirme viva.
Paseo ante tus ojos dulcemente,
no me cambia tu miseria, ella te arropa entre malas artes y envidias. Pero yo
me dedico a sumar, procurando a cada momento que mi alma se inunden de sosiego y serenidad.
¿Para qué escucharte cuando tengo
silencio que suma más que tus palabras?
¿Para qué tomarte en cuenta
cuando vale más mi armonía?
Pasa de largo, por favor, cual tormenta de
verano y moja…, moja allí donde veas quieran ser mojados, por fin he visto más allá de ti y de la vida pretendo un abrazo.
Adiós apatía, nunca más permitiré, que formes parte de mi vida
Adiós apatía, nunca más permitiré, que formes parte de mi vida