DIARIO QUIJOTESCO

Esta vez los molinos de viento con sus largos brazos amenazantes, eran edificios donde conceden o no la libertad a seguir adelante en el sueño de poder mantener nuestro hogar.


La mañana se mostraba tranquila, un sol resplandeciente brillaba encima de él. Su armadura lucía radiante y su tez reflejaba la esperanza. Avanzaba arduo resuelto a llevar adelante el asunto pendiente, lanza en mano y cabeza alta. Sancho panza su fiel escudero en este momento le acompañaba porque presentía que en esta ocasión le iba  a necesitar más que nunca, algo dentro de él sabía que una nueva derrota le haría desfallecer.


Los mortales no entienden los sueños de Don Quijote y se empeñan en tratarle como a un loco que ha perdido el norte, por empeñar todas sus fuerzas en conseguir ganar batalla tras batalla. Razonan su falta de cordura por el hecho de que sus armas figuran débiles y su cuerpo no muestra esa fuerza que debiera. Pero aunque seco en carnes y enjuto rostro; esta imagen exterior solo es un aspecto confuso, comparado con la fortaleza que existe en su interior.

En el camino diviso a su amada, aquella que sabe estaría esperando por si algo no salía bien y darle el aliento necesario para volver a intentarlo.


Al llegar bajo firme de su caballo y se dirigió a la puerta, la cara del escudero era una estampa al ver con sus propios ojos, como una y otra vez su señor se dejaba zarandear por las aspas empujadas por el viento. Mientras esto le ocurría, Don Quijote volvía a la realidad ante una evidencia de negación en la empresa acometida y buscaba con desesperación que alguien le soltara de aquello que a él se le figuraban manos de gigantes que no le permitían moverse a su antojo.

Continuara....