Día del libro

Día del libro

ESCRIBE CON EL CORAZÓN, REPASALO DESPUÉS CON LA CABEZA. VERÁS EL RESULTADO...

ESCRIBE CON EL CORAZÓN, REPASALO DESPUÉS CON LA CABEZA.                       VERÁS EL RESULTADO...

viernes, 24 de enero de 2025

El abuelazgo constituye una forma contundente de comprender el paso del tiempo, de aceptar la edad y la esperable vejez.

(Imagen de la red)


Ser abuela es una sensación que no puedo llegar a contar con palabras. No haber disfrutado de ello en ningún momento de mi vida, para mí es un vacío que no puedo llenar por más que lo intente y por ello siento la necesidad de imaginar cómo pudo haber sido. 


EL PASADO QUE NOS HACE CRECER

Dedicado a la memoria del abuelo y/o abuela del que nunca pude disfrutar. 

Te eché de menos antes de conocerte, por no poder tenerte cerca. Todos los niños del cole me hablaban de sus abuelos, yo solo sabía de ti que vivías en el pueblo de mamá y que estabas solo porque la abuela se fue al cielo unos años antes. Después de una reunión de familia en la que todos hablaban de ti, pude escuchar tras la puerta que venias a vivir con nosotros. Llegaste a mí vida, cuando solo tenía seis años. Mi primer pensamiento fue que por fin podría disfrutar de “mi abuelo” y estaba deseando que llegara el momento para ver tu cara, porque solo te había visto en las fotos que mamá guardaba en una caja. 

Tu sonrisa al verme provocó que mis ojos brillaran y corrí hacia ti para que me abrazaras, un abrazo que no olvidare en toda la vida. 

Me pediste ir a la Plaza de las Palmeras a sentarnos en un banco un ratito y allí me contaste que no era la primera vez que venías a Jaén 

Me gustaba llegar del colegio y pensar que estabas ahí, aunque mis amigos pedían que me quedara jugando, yo solo pensaba en volver a casa para estar contigo.

Mi nombre sonaba distinto cuando lo decías, siempre fui tu chiquitina, la más débil a la que tenías que cuidar porque los niños se burlaban de ella o porque se sentía triste por suspender matemáticas, por mucho que repasabas conmigo la tabla del nueve. 

Tu abrazo provocaba en mí que el desconsuelo desapareciera. Me contabas cuentos, tus cuentos, esos que inventabas y que siempre tenían un final feliz, para ver en mi carita esa sonrisa que tanto te gustaba.

Pasabas algunos meses fuera, en casa de las titas Rosa y Emilia; te echaba de menos durante ese tiempo. Pero siempre volvías y yo era la primera que estaba en la puerta para ayudarte a meter la maleta en tu habitación, que era la mía hasta que llegabas pero que yo me sentía feliz haciéndola tuya mientras estabas en casa. Me guiñabas el ojo y eso era una señal cómplice entre nosotros para irnos al parque, cogidos de la mano. Yo era la niña más feliz del mundo teniéndote cerca, iba con mi abuelo, palabra que me llenaba la boca.

Cuando te llevaron al hospital por la tos que te daba de vez en cuando, pensé que te perdía y ahora que esa tos ha desaparecido, te he perdido de verdad. Tu chiquitina se esfuerza por hacerte recordar y me encuentro demasiado mal al no poder hacerlo. Tu mente se ha vuelto gris, los colores han desaparecido, tus ojos no me miran, tu sonrisa ya no está y mi esfuerzo vano seguirá existiendo para intentar conseguir que vuelvas a provocar mi sonrisa, con esos cuentos que inventabas para mí, porque te necesito, necesito a mi abuelo y se ha marchado pero esta vez sin irse.